Hace años, Mara Torres llevaba una pulsera de hilo con una cápsula minúscula que contenía una traza de las cenizas de Aly. La pulsera en la muñeca era, por fuera, una más. Si ella no lo advertía pasabas de largo hacia las manos. Aly es su hermana menor. El 16 de septiembre de 2013 se suicidó. Tenía los ojos gigantescos, de un verde súbito. La risa franca. El pelo rubio un día y al otro quizá no. Bailaba, bailaba mucho, como quien echa un pulso a la tierra, alegre o triste. Por fuera tenía modales de fiesta. Por dentro, esto lo descubrieron más tarde, había un antagonismo frente a la vida. No le faltaban ganas para vivir, sino herramientas para desvivirse. Aly dejó la casa a oscuras hace 10 años. La casa en llanto. Tenía 33.
Mara Torres, periodista, directora de El Faro de la Ser, empezó a sonar presentando el informativo de La 2 Noticias, antes hizo Hablar por hablar (también en la Ser) y antes aún paso por la redacción de Iñaki Gabilondo. Después escribió La vida imaginaria y quedó finalista del Premio Planeta (2012). Después publicó otra novela más, Los días felices (2017). Y desde entonces tenía pendiente hablar de su hermana, intentar acercarse al porqué de su muerte. Diez años fueron necesarios para saber que escribir de Aly era hacerlo también de ella, de los padres, de la otra hermana, de la intemperie oscura, de la familia entera, de la luz cuando se encoge de hombros, de la noche desorbitada de perder de golpe lo que tanto amas sin posibilidad de resolver esa ausencia, ni con el tiempo.
Aly armó un libro de fogonazos, de destellos, de pensamientos, de quiebros, de soledades, de alegrías, todo conciencia. Lo tituló Frente al espejo y lo dejó inédito en una caja. Mara Torres lo encontró cuando la hermana ya no estaba y con ese material y con el material memoria de lo que sucedió desde el día del suicidio ha dado cuerda a una narración vibrante, real, inmediata, honesta, dañada y celebratoria: Recuérdame bailando, publicado por Planeta. La escritura de Mara Torres se encuentra con la escritura de la hermana, con la verdad que se asienta en ella sobre sus demonios, dispensando nitidez a una herida de salud mental que nadie anticipó. Por eso la escritora y periodista no sólo laña aquí una herida, sino que busca y dice que del suicidio hay que hablar. Porque callarlo es más estigma. Porque callarlo es más tabú sobre el tabú. Porque callarlo también mata un poco.

"Es muy importante publicar más historias de esperanza porque ayudan a prevenir suicidios"
Aly dejó dos cartas de despedida. Una para la familia, otra para los amigos. Pedía al final esto: "Siempre os he dicho que el día en que no estuviera me recordarais bailando sin dejar de sonreír". No es alegría sólo, ni sólo llanto, ni ironía, ni desesperación, y parece de todo. Mara Torres ríe al hablar y a ratos baja los ojos, por si llora. "No me importa emocionarme", avisa. Y no le importa de verdad. Y lo dice con la voz en zigzag al hablar de su hermana, para no quitarle un gramo de realidad a lo real. Porque de este asunto -el suicidio- ya se ha silenciado durante muchos años por mucha gente.
- ¿Cuándo empiezas a escribir sobre tu hermana?
- Al publicar Los días felices, en 2017, empecé a trabajar con distintas tramas para otra novela, pero una y otra vez sentía la necesidad de contar la historia de mi hermana. A la vez la apartaba, no quería escribirla. Y tiré la toalla. Tiempo después, sin premeditación, me senté a escribir algo relacionado con ella. Fue extraño, porque era algo que tenía previsto escribir sin intención de publicarlo. Titulé aquellos folios Lo inexplicable. Poco a poco me di cuenta de que tenía sentido darlo a leer, que debía tener un lector, al menos uno. Entonces me planteé publicarlo, aunque con seudónimo. De esto hace ya cinco años. Necesitaba contar cómo viví a aquello. O cómo vive alguien la pérdida de una hermana o de un ser muy cercano por suicidio.
- Y cuentas cómo lo vives no sólo tú, también tu familia.
- Claro. No quería hacer un relato sólo mío porque el daño de lo que ocurrió es de todos nosotros, por eso no hice un diario. Diarios escribo con las cosas que me suceden, pero Recuérdame bailando tenía un destinatario claro: el lector o la lectora que se acerque a estas páginas. Por eso quise contarlo como lo que es, una historia con principio, nudo y desenlace. Una experiencia devastadora y familiar.
- Una historia real.
- La he hecho como una novela de la realidad. Así lo entiendo y así me gustaría que se entendiese. No es una tesis, ni un libro de investigación, ni un reportaje periodístico largo. Es una novela con dos personajes principales y otros tantos esenciales. Lo que no escondo es que uno de esos personajes soy yo. Por eso acoté en el espacio lo que cuento. Todo sucede en una semana. El libro sale 10 años después de la muerte de mi hermana y me parecía innecesario contar qué ha sucedido en esta década. La fuerza de la narración sólo necesitaba esa semana que va desde la noticia de su suicidio hasta que la familia y sus amigos esparcimos las cenizas en Cerler.
- Por qué en Cerler.
- En ese lugar del pirineo aragonés fue feliz deslizándose con la tabla de snowboard por las pistas de nieve.
- El libro empieza con la noticia de su suicidio.
- Es ahí donde empieza la narración, en el impacto que algo así tiene en una familia. Yo estaba en Televisión Española, preparando la escaleta de La 2 Noticias, cuando veo en el móvil nueve llamadas perdidas de un amigo de mi hermana. Era lunes. Eran las seis y media de la tarde del lunes. A partir de ese momento...
- El mundo hecho pedazos.
- Y la incredulidad. Y el miedo. Y el estremecimiento. Y el desgarro. Y el no saber.
- 'Recuérdame bailando' es un relato sobre Aly escrito también con ella. Y firmáis juntas en la portada.
- Es un diálogo entre nosotras. Lo dices porque en mitad del libro está la reproducción de un proyecto de otro libro que ella dejó casi preparado. Lo tituló Frente al espejo. En la segunda página hay una cita de San Agustín: "La medida del amor es amar sin medida". Y en la tercera página sólo está escrita la palabra "Prólogo" y una anotación: "Pedírselo a mi hermana Mara". Después empieza su escritura a fogonazos, sus pensamientos. Todo eso lo guardó en una carpeta transparente que metió en una caja blanca junto a varias fotografías, otros textos sueltos y una agenda de 2013. El último año de su vida. Nosotras lo encontramos cuando fuimos a recoger su casa, después de...
- Y decides incluirlo.
- Porque facilita la comprensión de todo lo que intento contar. No quiero que el libro sea sólo yo hablando de ella y de su final, sino que también sea ella tal y como era, con la espontaneidad de su escritura, de su pensamiento, de su alegría y de sus momentos oscuros. Lo que publico en Recuérdame bailando es lo que ella quiso publicar de sí misma.
- Y se juntan dos miradas. La familiar con vuestra propia idea de lo que ha sucedido y la de ella, con lo que descubrís al leer esos textos.
- Y esas dos miradas que dices se complementan. Las páginas de mi hermana nos descubren algo fundamental para nosotros y es que su suicidio no fue el resultado de un impulso. Quiero decir: no se suicida por algo concreto, sino por una concatenación de desconciertos o malestares que venían gestándose en su cabeza desde hacía años.
- Y ese sufrimiento no lo dejaba ver del todo.
- Era una tía con sus ratos malos, pero de una vitalidad y una aparente alegría desbordante. Aunque algo no funcionaba. Y no funcionaba desde muy atrás. A los 13 años tuvo un intento de suicidio y nadie nos dijo que en muchas ocasiones las posibilidades con el paso del tiempo se multiplican. Incluso nos dijeron que no le diéramos demasiada importancia porque era una manera de llamar la atención. El restar importancia hizo que nunca habláramos con ella de lo que pasó. Fue a terapia, tomó medicación, y la vida continuó, pero nosotros no tuvimos la información necesaria. Al leer aquellas páginas suyas que dejó preparadas intuimos el sufrimiento que arrastró durante tantos años. Por una parte es demoledor porque nos hace pensar que nosotros podíamos haber hecho algo más, y eso te destroza. Pero la verdad es que no sabíamos que padecía de ese modo.
- La salud mental aún no era un tema de primera visibilidad.
- No lo era. Y aún hoy creo que hay mucho por hacer para desarrollar unos caminos de normalización necesarios.
- Si la salud mental no tenía mucho sitio entonces, el suicidio directamente se ocultaba.
- Y aún se oculta. Por eso descarto la idea primera de firmar el libro con seudónimo. Si no pongo aquí mi nombre, si no digo que lo que cuento me ha ocurrido a mí, estoy cayendo en lo mismo que denuncio. De algún modo, no firmar sería otra manera de silenciar la realidad de lo que ocurrió con mi hermana. El silencio que hay con respecto al suicidio no nos ayudó en nada porque nosotros, mi familia, no supimos qué hacer durante mucho tiempo. Y, sobre todo, a mi hermana no le hizo bien porque ella no se atrevió a contar en vida que aquella idea rondaba su pensamiento. Esconder esta realidad debajo de la alfombra es una mala estrategia. Hay más de 4.000 suicidios al año en España. Once personas cada día. En 2017, cuando mi hermana murió, había 3.000. Mira lo que ha crecido. Muertes por accidente de tráfico hubo 1.154 en 2024.
- ¿Ella nunca habló de esto?
- Se lo comentó a algunas personas, pero no a nosotros. Ojalá lo hubiera hecho. No teníamos información. Aunque leyendo sus textos entiendes que esa posibilidad estaba ahí. Habla en su escritura de la "neurona descontrolada", por ejemplo. Claro que era consciente de que algo le pasaba. Visibilizar puede ayudar a alguien. Este libro tiene también la intención de intentar ayudar a que la reflexión y la necesidad social de hablar del suicidio salga del ostracismo y del lugar del tabú y del estigma en el que aún está. Callar sobre el suicidio también mata un poco a quienes se quedan a este lado. Poca gente sabe cuál es el número de Ayuda frente al suicidio: el 024. En el libro hago fuerza en la idea de que podríamos haber ayudado si hubiéramos sabido cómo ayudarla. Qué pueden hacer las personas que atraviesan por esa situación, dónde están las primeras señales de alarma. Ella se veía incapaz de gestionar sus emociones. Por ejemplo, en sus relaciones con los chicos. Nunca habla de lo que hacen ellos, jamás culpa, sino que insiste en cómo no es capaz de afrontar ciertas emociones propias. Eso es importante.
- En 'Recuérdame bailando' hay un afán de lupa de aumento.
- Y una intención de que la literatura, porque este libro es literatura sin apenas ficción, explique un poco algo de la vida, de lo más crudo y feroz de la vida. De la vida vivida en mi caso. Y, sobre todo, en la de ella.
- ¿El suicidio fue una liberación?
- No lo creo. Aly quería vivir, pero no tenía las herramientas precisas. Mi hermana se agarraba a cualquier atisbo de entusiasmo con el único fin de quedarse en la vida. Su dolor se la llevó. Uno de los peores mitos del suicidio es que quien lo ejerce sólo desea morir. Me interesa mucho una reflexión de la psiquiatra Carmen Tejedor, que dice: "Nunca he visto libertad en el suicidio, sólo dolor y sufrimiento". El de Aly no es un acto libre, sino un no poder más. En la carta que dejó de despedida a la familia y a sus amigos terminaba diciendo esto: "Siempre os he dicho que el día en que no estuviera me recordarais bailando sin dejar de sonreír". Es como decir: "He hecho todo lo que he podido para quedarme aquí, pero no pudo ser". Lo fácil es pensar que mi hermana y otra tanta gente tiró pronto la toalla y eso produce mucha desolación en las familias, como si no fuésemos útiles o suficiente. Yo te digo que mi hermana, a su manera, ella sola, luchó por quedarse aquí hasta el final. Y mira qué delicadeza: dejó unas cartas para amortiguar el vacío desquiciante del porqué. O no tanto.
- ¿Este libro os hace bálsamo?
- Era lo que debía hacer. Y mi familia dijo adelante. Es consuelo y desconsuelo. Pero la recordamos bailando, porque he querido escribir junto a ella un canto a la vida.