HISTORIAS
Historias

El profesor de Oxford que explica por qué existes: "Los humanos hemos ganado la lotería cósmica"

Tim Coulson, profesor de Zoología de la Universidad de Oxford, traza un apasionante viaje de 13.800 millones de años, desde el ‘Big bang’ hasta hoy, en su nuevo libro

El profesor de Oxford que explica por qué existes: "Los humanos hemos ganado la lotería cósmica"
PREMIUM
Actualizado

En el devenir de nuestra existencia el azar cuenta mucho. El universo lanza su moneda cósmica al aire cada poco tiempo y solo podemos cruzar los dedos para que caiga de cara, tal y como descubrió Tim Coulson por las malas hace 35 años, tras uno de sus viajes de trabajo a Kenia. "Me picó un mosquito, enfermé de malaria y estuve cerca de la muerte. Los médicos me dijeron que, de haber ido un poco más tarde al hospital, el siguiente ataque hubiera sido fatal", recuerda el biólogo británico nada más conectarse por Zoom desde otro rincón de África.

La anécdota de juventud de este prolífico investigador y trotamundos profesor de Zoología de Oxford marca el momento cero de esta historia. Porque fue entonces, con el recuerdo de la fiebre aún reciente, cuando hizo su reflexión personal más importante: "Pensé a raíz de aquello que la vida es corta y que debía procurarme algún tipo de plan para la mía. Me visualicé de anciano en mi lecho de muerte y decidí que antes de ese trance quería entender todo lo que la ciencia conoce sobre el universo y el motivo de nuestra existencia".

Las toneladas de saber que acumuló a continuación han florecido décadas después en la forma de un grandioso libro, La historia universal de nosotros: un viaje de 13.800 millones de años, desde el Big Bang hasta ti' (Crítica). En él, Coulson retrocede hasta el origen de todo y reconstruye la cadena de acontecimientos que nos ha traído hasta aquí sin dejarse ningún eslabón fuera. Partícula a partícula, átomo a átomo, célula a célula, ha sido capaz de reconstruir el complejísimo mecano de la vida en el planeta y del ser humano. Un monumental rompecabezas donde caben las estrellas, la tierra y la luna; las primitivas cianobacterias y los yacimientos de carbón; los neandertales y los denisovanos. De esa ensalada física, química, geológica y evolutiva, aliñada con las cuatro fuerzas fundamentales, hemos salido nosotros.

- Me pongo a sudar solo de pensar cuánto le habrá costado estructurarlo todo...

- Te admito que de haber sabido al principio cuánto tiempo me iba a llevar, quizá me hubiese planteado que era más sencillo triunfar en el golf o algo así.

Afortunadamente, Coulson siguió siendo siempre un bromista y tampoco desistió en su empeño fundamental. De acuerdo a su plan, ya podría morirse tranquilo: ha sido capaz de dar una respuesta lo suficientemente completa a la pregunta de talla XXL que se hizo. ¿Por qué estamos aquí él, usted y yo, el periódico y la tinta con que está escrito, el lenguaje y las ideas, la tecnología de su móvil de última generación y la pizza precocinada que tenemos en la nevera?

El resumen que ofrece Coulson al lector, asumiendo a petición del entrevistador el reto de sintetizar un periodo equivalente a multiplicar cada una de las letras de este reportaje por un millón de años, sería: "Parte de la energía tuvo que convertirse en quarks y electrones. Necesitaron formar los átomos, que luego se unieron a otros para crear moléculas. Estas adoptaron la estructura idónea para que empezara la vida. Y, tras ella, vino la evolución, que seleccionó los atributos que tenemos, incluyendo el cerebro y la consciencia. Finalmente, nuestra personalidad es una mezcla de genética, experiencias y suerte. ¿Por qué existimos? Esas son todas las cosas que tuvieron que pasar. Hemos ganado la lotería cósmica, así que somos muy afortunados".

El profesor de la Universidad de Oxford, Tim Coulson.
El profesor de la Universidad de Oxford, Tim Coulson.

La chiripa, como señalábamos al inicio, ha jugado un papel fundamental en cada etapa del proceso. "Quizá si el meteorito que provocó la extinción de los dinosaurios hubiera rozado la Tierra, pero sin estrellarse contra su superficie, los seres humanos no habríamos aparecido nunca y tal vez fuera un reptil inteligente el que escribiera este libro en lugar de hacerlo yo", ironiza Coulson en su ensayo.

La lista de sucesos que han tenido que alinearse es interminable y al lector seguro que se le pasan unos cuantos por la cabeza. Pero quizá una de las chambas más desconocidas no esté sobre nuestras cabezas, sino bajo nuestros pies: "No habríamos podido formar nuestra civilización si el carbón no se hubiera formado en el Carbonífero hace 300 millones de años, a partir de bosques muertos que no se pudrieron. Hoy en día esos árboles serían descompuestos por bacterias y hongos. Pero en aquella época, no sabemos por qué, las bacterias y hongos fueron incapaces de descomponerlos, tal vez no habían mutado para ello. Civilizaciones como la nuestra pueden ser increíblemente raras [en el universo] porque también lo es que el carbón pudiera formarse".

El acceso a esos depósitos fue clave, explica el autor en el libro, para alimentar el empujón tecnológico de la humanidad. Él lo trata como otro de los accidentes desencadenados por la suerte, y como hay tantos, quiere saber quién está tirando los dados: "La pregunta que hay que hacerse es de dónde viene esa aleatoriedad, de donde viene ese azar. Y curiosamente, el único lugar que conocemos donde parece darse la verdadera aleatoriedad en el universo es a nivel cuántico".

Su reflexión le aleja de los científicos deterministas y le acerca a las grandes reflexiones que todo ser humano se ha hecho alguna vez: "¿Por qué no nos comportamos como planetas donde todo es perfectamente predecible? ¿De dónde viene esa especie de imprevisibilidad de que yo no pueda saber lo que tú me vas a preguntar a continuación o de que tú no puedas saber por dónde voy a caminar yo cuando termine la entrevista? Debe provenir de partículas muy diminutas y debe existir una forma de que aumente de escala para que cosas más grandes, como los organismos vivos, seamos capaces de tener esos comportamientos inesperados".

Si Coulson estuviera estudiando ahora, le gustaría dedicarse a la biología cuántica. "Es un campo realmente apasionante", subraya. "Por el momento son solo hipótesis, pero cada vez hay más pruebas de que lo que ocurre al nivel de lo muy pequeño puede estar implicado en la toma de decisiones influyendo en cómo se disparan nuestras sinapsis e incluso en las mutaciones genéticas".

Esa conexión entre la mecánica cuántica y nuestras neuronas podría terminar explicando algo tan esquivo como el libre albedrío. Así que, a continuación, no le extrañe que la conversación trascienda hacia cuestiones más teológicas. Coulson, respetuoso siempre con todas las creencias, no elude el tema ni en el libro ni en la entrevista.

"Los humanos, desde que evolucionamos hace 250.000 años, hemos inventado historias para explicar nuestra existencia, muchas veces recurriendo a la creación de dioses y espíritus", reflexiona. En su caso, zanja la cuestión: "Yo soy ateo, no creo en Dios y no creo que lo necesitemos, pero sé que no voy a cambiar la opinión de nadie... No pretendo que un católico romano abra mi libro, llegue al final, y diga: '¡Ah, yo estaba equivocado y Tim tenía razón!'. Lo único que espero es que la gente lea el libro con una mente abierta".

Aunque en la entrevista es tajante, en el ensayo admite que él mismo tuvo sus dudas al enfrentarse a alguna de las cuestiones que aún no tienen respuesta: "No obstante, la racionalidad acabó por imponerse y evité caer en la trampa de la creencia en una divinidad. Sea como fuere, llegué a la conclusión de que, si existiera alguna, sería un científico".

--¿Por qué?

--Si hubiera un dios que lo sabe todo, ¿cuál sería el punto de hacer un universo, la Tierra y la gente?", aclara en la entrevista.

Le encaja más un dios en bata blanca que está dispuesto a experimentar hasta dar con "el conjunto de reglas necesarias para que un universo produjera seres como él o como ella". Vamos, lo que haría cualquier científico rodeado de probetas, pero a escala sideral. No descartemos pues encontrarnos ahora dentro de un enorme tubo de ensayo.

Las lagunas del conocimiento también se marcan en fosforito en el libro. Coulson también sabe lo que no sabe y destaca los misterios más fascinantes para él: "¿Por qué hay algo en lugar de la nada? ¿Por qué sucedió el Big Bang? Quizá nunca lo sepamos. Hay teorías, pero de momento no podemos testarlas. Tampoco entendemos completamente las condiciones exactas que permitieron el comienzo de la vida".

La existencia de otros seres en otros lugares del universo es otra de esas incertidumbres. Si los ingredientes para la existencia están ahí fuera, ¿habrán arraigado en alguna otra parte? "Sospecho que la vida simple, como las bacterias, se pone en marcha con bastante frecuencia y es bastante común en el universo. ¿Y la inteligente? Será más rara porque el planeta tiene que mantenerse en buenas condiciones para que la vida se desarrolle y sobreviva durante miles de millones de años", responde.

Eso sí, despídase usted si es aficionado a la ufología de cruzarse con un platillo volador mientras circula por la autopista: "La probabilidad de que se den dos civilizaciones en diferentes sistemas estelares al mismo tiempo es muy escasa. Y, de haber otra, es poco probable que nos encontremos cara a cara porque el universo es enorme".

Hablar de vida inteligente requiere hablar de la consciencia y su aparición es uno de los puntos culminantes del viaje que empezó en el Big Bang. ¿Qué es? Nadie lo tiene claro todavía, sería otro de los grandes enigmas, pero al menos sabemos que existe. "Si estás anestesiado, tus ondas cerebrales son muy diferentes a las que tienes cuando estás despierto, conversando, pensando. Así que podemos medir la consciencia incluso si no sabemos exactamente lo que es", explica Coulson.

Pero no sería algo exclusivo del ser humano: "Animales como el pulpo tienen ondas cerebrales [...]. Creo que la mayoría de los investigadores sospechan que muchos animales, incluso los más simples, tienen pequeños trozos de consciencia. No como la nuestra, por supuesto, que estamos definitivamente en un extremo".

Por el contrario, Coulson descarta que la inteligencia artificial se perciba a sí misma: "De momento, está claro que no tiene consciencia. Es una herramienta muy útil que, a día de hoy, no está a punto de apoderarse del mundo". No siente la IA como una amenaza, sino más bien como una posible aliada del conocimiento: "No me sorprendería que nos ayudara a comprender cómo surgió la vida. Y no se me escapa la ironía de que la inteligencia artificial podría ayudarnos a entender cómo empezó la vida no artificial".

Más allá de la consciencia, que quizá compartamos con otros organismos dotados de sistema nervioso, entraría en juego el nivel ya plenamente humano de lo abstracto o simbólico. Y todo lo que entra en esa categoría, para Coulson también se puede explicar: "Hay filósofos que dicen que hay temas que van más allá de la ciencia, como la belleza, la belleza, la moral y la ética. Yo no estoy de acuerdo con ellos porque creo que la ciencia tiene potencial para ocuparse de todo".

¿Y dónde encajan estos aspectos? Como siempre, Coulson mira hacia atrás y hacia las leyes de la naturaleza: "La mayoría de las razones por las que nos comportamos como lo hacemos se deben a nuestra historia evolutiva. Vivimos en grupos y, dentro de ellos, tener culturas o códigos morales ha podido suponer una ventaja en la supervivencia. Si la evolución opera en los genes, no hay razón por la que no pueda operar también en la cultura, la moral y la ética".

Para él, la única religión posible es la de la ciencia. El libro puede verse también como un alegato a favor del método científico. Quizá porque las redes sociales abonan el fundamentalismo y los bulos. "He conocido a simpatizantes de teorías de la conspiración que creen que la familia real británica pertenece a una raza de lagartos alienígenas, que Elvis sigue vivo y está oculto en algún lado, que Trump ganó las elecciones de 2020, que la llegada a la luna fue rodada en un plató y que Keanu Reeves es inmortal y podría, de hecho, ser un vampiro", bromea en el libro.

- La ciencia nos ha explicado por qué estamos aquí. Pero ¿hay un para qué más allá del imperativo biológico que tiene una especie de reproducirse?

- Podemos decidir qué hacer con nuestras vidas, pero no estamos aquí para cumplir un propósito superior. La vida solo es química complicada. Carl Sagan dijo una vez que somos la forma que tiene el universo de entenderse a sí mismo. Eso me gusta. Si nos damos un propósito debería ser comprender el universo que nos rodea, pero admito que soy parcial porque decidí que ese era el mío.

Eso nos vuelve a retrotraer al mosquito que inoculó a Coulson su pasión por el saber. Empezamos la historia con un bicho y bien podemos terminarla con otro. Si googlea usted un poco encontrará a Coulson disfrazado de cucaracha ante un gran auditorio. Fue la ocurrencia que tuvo para participar en el homenaje que le hizo la Universidad de Oxford a Kafka en el centenario de su muerte. "Me pareció una gran idea hasta que me puse el disfraz y me planté frente a 400 personas para leer 'La Metamorfosis'", se ríe el escritor de sí mismo al rememorar su guiño con antenas y extra de patas a Gregorio Samsa.

Y un poco porque las cucarachas también han hecho junto a nosotros casi todo el alucinante viaje del que hemos hablado, y un poco también porque Coulson también advierte que los humanos podemos ser "eficaces en autoexterminarnos" (lo que le privaría de nuevos capítulos a su libro), decidimos poner a prueba sus conocimientos de biólogo con una última pregunta...

- Dicen que las cucarachas nos sobrevivirían en caso de apocalipsis nuclear o medioambiental, ¿es eso cierto o un mito?

- Si nos aniquilamos, probablemente acabaríamos con muchos otros animales grandes. Tenderán a sobrevivir los más pequeños, entre ellos algunas especies de insectos. Y las cucarachas son un buen candidato para salir adelante. Así que sí... pero no creo que a mi disfraz de cucaracha me sirviera a mí mucho.

Humor inglés, una de las cumbres más altas del universo.

LA HISTORIA UNIVERSAL DE NOSOTROS

Editorial Críítica. 23, 95 euros. Puede adquirirlo aquí.