Un llamado a las fuerzas de la tierra

Argentina, abril de 2025
Como escritores, artistas, intelectuales, docentes, investigadores y trabajadores de la cultura, consideramos que es urgente la construcción de una agenda política integral y federal que exprese un compromiso con los derechos, la justicia social, el respeto a las diversas identidades, la igualdad de oportunidades, la autonomía externa y la democracia. Aspiramos a forjar un pacto intergeneracional que permita recuperar la solidaridad colectiva y la recomposición del tejido social. Para anticiparnos a la destrucción total, tenemos que empezar a movilizarnos y construir alternativas desde ahora.
1-
Atravesamos tiempos de descomposición política, social, ética y cultural, sacudidos por una crisis climática acelerada y una tecno-plutocracia que nunca pensamos o imaginamos que podríamos vivir. Lejos de ser la excepción, en este escenario mundial tan convulsionado, la radicalidad destructiva y perversa a gran escala que asume el experimento de extrema derecha en la Argentina ha hecho sonar todas las alarmas.

Nada bueno puede salir de este proyecto político e ideológico reaccionario, mucho menos en beneficio de los sectores más vulnerables o de los jóvenes, incluso de aquellos que en octubre de 2023 votaron por Javier Milei. Ni siquiera de cara al celebrado control de la inflación, siempre volátil, frente a un ensayo económico ultra-neoliberal inconsistente -cuyo fracaso hemos visto en nuestra historia reciente- y un endeudamiento externo que nos empuja al abismo. Políticas neoliberales radicalmente desfasadas respecto del nuevo escenario geopolítico de proteccionismo y guerra comercial instalado por Donald Trump, supuestamente un aliado del presidente argentino.
Los derechos básicos que supimos conseguir esforzadamente, sobre todo a partir de 1983, luego de una terrible dictadura cívico-militar, están siendo socavados y derogados, con un discurso que los desacredita y desprecia, mientras las desigualdades sociales se multiplican. Con políticas que se apuntalan sobre megadecretos desreguladores (como el 70/23) y la Ley Bases. Junto con el RIGI (Régimen de incentivo de Grandes Inversiones), que exacerba la entrega de bienes públicos y naturales a las fuerzas más poderosas y salvajes del mercado. Todo sucede mientras se ensanchan las desigualdades sociales y los super-ricos –nacionales y extranjeros- acumulan más riqueza, fugan las ganancias, pagan menos impuestos y son tratados por el presidente Milei como “héroes” y “benefactores sociales”.
La política de despojo de derechos es sistemática y abarcativa: el gobierno decide la interrupción del suministro de medicamentos a pacientes con cáncer y otras enfermedades graves; se cierran o vacían hospitales públicos psiquiátricos; se cuestiona públicamente y se pretende derogar la figura del femicidio; se persigue -cuando no se prohíbe – a periodistas, a artistas, en especial y no casualmente a las mujeres. Se debilita, tergiversando sus fines, la enseñanza de la Educación sexual integral. El presidente llama “pedófilos” a quienes eligen convivir con personas del mismo sexo. Se modifica ilegalmente la Ley de Identidad de Género desprotegiendo a las infancias y adolescencias de la comunidad travesti trans no binaria, mientras se niega el derecho a la existencia de este colectivo. También se demoniza al Conicet y a las universidades públicas, reconocidas internacionalmente. El gobierno busca desinstalar la política de la memoria respecto de la última dictadura cívico-militar, con un discurso oficial que se coloca del lado de los represores.
La política de supresión de libertades tampoco es azarosa: cada semana, nuestros jubilados y jubiladas son golpeados con saña frente a las vallas de un Congreso Nacional militarizado; las fuerzas de seguridad reprimen y disparan a los ojos o a la cabeza, como sucedió con el fotógrafo Pablo Grillo; golpean incluso a niñas indefensas y se sienten con tal nivel de impunidad que lanzan sus carros hidrantes al grito de “¡ahora vengan, zurdos!”... Comandados por la ministra de seguridad, Patricia Bullrich, arman cacerías al voleo y encarcelan a manifestantes –e incluso a personas no-manifestantes que pasan por el lugar- para imputarles figuras penales severas que no se sostienen en un proceso judicial.
Funcionarios y periodistas acólitos celebran la “motosierra” que cercena áreas importantes de políticas de Estado: mujeres y disidencias, agricultura familiar, discapacidad, pueblos originarios, derechos humanos, ciencia y tecnología, organismos vinculados a la cultura, mantenimiento de la infraestructura vial. Se desguazan y precarizan organismos públicos que intervienen en los desastres ambientales.
Y esto sucede con un gobierno que adhiere de modo enfático al negacionismo climático, en el mismo momento en que vivimos el fin de la normalidad climática y los eventos extremos frecuentes y letales, como la inundación en Bahía Blanca, como los incendios en Córdoba, la Patagonia y en el Litoral, que arrasan con animales, viviendas, montes y humedales; las lluvias torrenciales que parten en dos rutas y puentes; las olas de calor que colapsan a un sistema energético ya insuficiente, dejando ciudades y pueblos enteros sin luz ni agua durante días, y la repetición de una sequía que ya ha afectado –y seguirá afectando– la cosecha de la soja y las ganancias del sector agroexportador más poderoso del país.
En las provincias, nunca tan cercanas ideológicamente y tan ávidas de extractivismo como en el presente, algunos gobernadores se subieron con entusiasmo a la ola libertaria. Envalentonados, multiplican el retroceso institucional y alientan con más políticas de estado la actual economía de rapiña. Vienen por más oro, por el litio y los minerales críticos, vienen por nuestras tierras y por el agua. Avanzan atropellando los derechos de las comunidades indígenas, desconociendo el derecho a manifestar y peticionar de las poblaciones, encarcelando a activistas ambientales y defensores del agua que desde hace más de 20 años cuestionan el carácter contaminante y colonial de estas actividades.
El objetivo de esta política represiva no es sólo “cárcel y bala”; es la instalación de un clima de miedo que incline a la sociedad al oscurantismo, al pánico moral y al disciplinamiento social. Quieren que bajemos la cabeza, que nos desanimemos, que obedezcamos, que nos callemos, que nos volvamos sumisos y cómplices. En nombre de una falsa libertad, vienen a destruir la libertad de todos y todas. Nunca, en tiempos de régimen democrático, la Argentina estuvo tan cerca de un gobierno autocrático y de un Estado de excepción como ahora. Todos los días hay un hecho político que empeora y busca hacer olvidar el hecho político horroroso del día anterior, encabezado por un presidente que muestra desprecio y rechazo a la Constitución Nacional y ve a la justicia social como una “aberración”.
Nunca estuvimos tan sumergidos en una degradación política y una regresión institucional que abarca al presidente, los insultadores seriales del gobierno, sus representantes parlamentarios, ministros, equipos de trolls, periodistas cómplices, pero también una clase política –Parlamento nacional y gobernadores– que decidió acatar y apoyar este plan destructivo de gobierno. Sea por afinidad ideológica, porque acepta el intercambio de favores o porque cede a la extorsión, el grueso de la dirigencia argentina decidió dotar a este gobierno de herramientas extraordinarias de destrucción masiva, aprobando leyes, habilitando Decretos de Necesidad y Urgencia, aceptando vetos presidenciales o haciendo oídos sordos a ilícitos como la cripto-estafa ocurrida en febrero, que no habría sido posible sin el aval del jefe de Estado.
Así mueren las democracias.
Pero ya lo dijimos en nuestra primera declaración, cuando acompañamos la marcha LGTBIQ+ del 1ro de febrero de este año: Nosotros y nosotras no volvemos más al clóset.
2-
Creemos que es la sociedad movilizada la que debe colocar límites políticos y éticos a esta ofensiva autoritaria. Nos oponemos a la normalización del brutalismo y la destrucción del Estado, a la confiscación de la libertad y de los derechos básicos. Nos oponemos a la narrativa infame que apela insistentemente a las fuerzas divinas. Así, nos dicen, estamos en las manos de Dios. No sabemos de qué Dios, ni tampoco qué Fuerzas del Cielo, a menos que apelen al Dios dinero, a las finanzas y a las fuerzas asimétricas del mercado. Pero para quienes todavía conservamos una mirada laica de la política, y sostenemos que lo social sólo se explica por lo social y no por la intervención de fuerzas divinas, solo existen las fuerzas de la tierra.
Y la Argentina tiene un notable acumulado de fuerzas de la tierra, representadas por potentes movimientos sociales y corrientes culturales, en el campo de los derechos humanos, sociales, territoriales, sindicales, de género, ambientales. Estas fuerzas de la tierra ilustran la materialidad de vidas forjadas en historias de lucha y solidaridad, como las de Osvaldo Bayer, el escritor y periodista cuyo monumento destruyó Vialidad Nacional en la provincia de Santa Cruz. Fuerzas de la tierra como la de la luminosa Nora Cortiñas, que acompañó todas las luchas importantes del país, sin sectarismos ni cálculos estratégicos.
Hoy nuestras fuerzas de la tierra también están representadas por los jubilados y jubiladas, que todos los miércoles ponen el cuerpo y la garra, y enfrentan pacíficamente los gases lacrimógenos y los palos de las fuerzas de seguridad.
Deseamos que este llamado alcance a las y los jóvenes, cuyo futuro aparece ensombrecido e incierto. Si no generamos alianzas colectivas y solidaridades mayores, que alienten un proyecto de vida justo y sostenible, basado en la cooperación, la empatía y el sentido comunitario, viviremos en un planeta dañado con un país saqueado no solo económica sino también culturalmente. Llamamos a detener el proyecto de muerte sostenido por un gobierno aliado al capital y al club de los multimillonarios internacionales.
Convocamos a la tarea de construcción de una agenda política propositiva e integral, que exprese un compromiso con los derechos y la democracia, por y con nuestros jubilados y jubiladas, por y con nuestros jóvenes; un pacto intergeneracional que forje solidaridad colectiva y regenere el tejido social. Hacemos un llamado a las fuerzas de la tierra: por la libertad, por el pluralismo, por los derechos básicos, por un reparto justo de la riqueza, por la igualdad, por la democracia.
Lista de firmantes:
Claudia Aboaf, Florencia Abbate, Pablo Alabarces, Ezequiel Adamovsky, Pompeyo Audivert, Feda Baeza, Soledad Barruti, Cristina Banegas, Diana Bellesi, Flavia Broffoni, Martín Bergel, Adriana Bustos, Lucy Caballero, Gabriela Cabezón Cámara, Martin Caparrós, Albertina Carri, Alicia del Rosario Chalabe Michaud, Flavia Costa, Pablo De Marinis, Juan Carlos Distéfano, Carlos Díaz, Cinthia Edul, Silvina Friera, Verónica Gago, Andrés Gallina, Griselda Gambaro, Carlos Gamerro, Roberto Gargarella, Andrea Giunta, Gabriela Golder, Adrian Gorelik, Eduardo Gruner, Liliana Heer, Mauricio Kartun, Gabriel Kessler, Laura Klein, Juan Carlos Kreimer, Maria Ines Krimer, Karina Jannello, Paula Jimenez España, Julieta Laso, Nacho Levi, Alejandra López, Valeria Llobet, Rubén Lo Vuolo, Diana Maffia, Lucrecia Martel, Guillermo Martínez, Juan Mattio, Alejandro Modarelli, Mercedes Morán, Michel Nieva, Ana Ojeda, Julieta Obedman,Sergio Olguin, José Miguel Onaindia, Mario Pecheny, Claudia Piñeiro, Marcelo Piñeyro, Juan Ignacio Piovani, Hinde Pomeraniec, Dolores Reyes, Martha Rosemberg, Tomás Saraceno, Dardo Scavino, Samanta Schweblin, Cristina Schiavi, Guillermo Schnitman, Mariano Schuster, Rita Segato, Pablo Seman, Graciela Speranza, Lita Stantic, Maristella Svampa, Ruben Szuchmacher, Luisa Valenzuela, Enrique Viale, Alejandro Tantanian, Horacio Tarcus, Juan Toklatian, Susana Torres Molina, Patricia Zangaro.
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