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¿Callar o salir del armario? Es la pregunta que se hacen muchas parejas liberales que mantienen relaciones abiertas. De cara a la galería, ningún problema, es una cuestión que parece bien aceptada por la sociedad. De hecho, un 41,4 % de los españoles está de acuerdo en que se pueden mantener relaciones sexuales fuera de la pareja y un porcentaje un poco superior, el 47,4%, cree que una persona puede mantener dos o más relaciones afectivosexuales a la vez, según se desprende de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre relaciones sociales y afectivas.
A pesar de esas cifras anónimas y claramente al alza cada año que pasa, pocas son las parejas que reconocen abiertamente en su entorno el hecho de meter a otros en su cama con consentimiento mutuo. Entonces, ¿por qué cuesta tanto salir del armario?
Aurora y Felipe (nombres ficticios) lo han hecho; un buen día se sentaron frente a sus hijas y pusieron las cartas sobre la mesa. Ella trabaja en un centro de estética, "haciendo uñas", y él compagina el karate con su labor en una gran multinacional. Casados desde el año 2002, en 2007, hace casi 20 años, decidieron dar un giro y explorar nuevas formas de sexualidad. No estaban aburridos ni pasaban por un momento complicado, todo lo contrario. Pero lo tuvieron claro: "Si ya habíamos tenido sexo antes de casarnos con otras parejas, por qué no podíamos volver a compartirlo?", explica Aurora. "Era mucho mejor que ponernos los cuernos", resume su marido.
En cualquier caso, lo suyo, diferencian, no es exactamente una relación abierta, son swingers, practican el intercambio de parejas y son usuarios de Wyylde, una red social para explorar la sexualidad de manera libre. "Frecuentamos locales liberales, pero si tenemos que entrar a una habitación lo hacemos los dos. En todo momento, aunque estemos en una cama donde haya 10 o 12 parejas, nos vemos. Evidentemente, a veces yo he estado con tres chicas y mi mujer con tres o cuatro chicos, y hemos ido cambiando las cuatro parejas o los que estemos, pero siempre juntos", explica Felipe. El intercambio de parejas figura entre las fantasías sexuales de los españoles y aunque un 13% de ellos querría ir a un club para probarlo, sólo se atreven a hacerlo un 6,3% de las parejas, según un encuesta realizada por Sigma Dos, a petición de YO DONA, que ahonda en el concepto de las relaciones abiertas. "Preferimos quedar en estos locales porque es menos incómodo que hacerlo para cenar o cualquier otra cosa. Si a la otra pareja no le agradas o viceversa, pues nada, cada uno a lo suyo. Pueden ser matrimonios, amigos o simplemente chicas o chicos solos ", apunta Aurora.
"Una vez rompes con la exclusividad de la monogamia y sales de la manera habitual de establecer relaciones hay muchas posibilidades, entramos en el poliamor, en anarquía relacional, etcétera", confirma Arola Poch, psicóloga, autora del libro 'Las cosas claras' (Plataforma editorial) y sexóloga de la red social Wyylde, que fomenta los encuentros liberales sin tabúes y con serenidad.
La relación diferente de Aurora y Felipe no pasó desapercibida a los ojos de la mayor de sus hijas, que lo sospechaba desde los nueve años: "Seguramente escuchó alguna conversación o vio en el ordenador alguna de las páginas de contactos que solemos visitar", especula Aurora. Más tarde, adolescentes, las dos les preguntaron de forma directa, una noche mientras cenaban tranquilamente los cuatro. "Y entonces les dijimos que sí, porque las habíamos educado en las consignas de que no hay que mentir y de que acudieran a nosotros en caso de que tuvieran algún problema, siempre con la verdad por delante. No podíamos mentirles".
No les costó reconocerlo ni contarlo, simplemente respondieron sí. Más difícil fue responder la pregunta de por qué no lo habían dicho antes. "Les dijimos que pertenecía a nuestra intimidad y, también, que no queríamos que pensasen que lo hacíamos porque no estábamos bien, porque no nos queríamos. Es todo lo contrario, podemos compartir esto porque tenemos una relación sólida y superestable. Sólo si tienes mucha confianza en tu mujer puedes verla con otro", sostiene Felipe.
Compartirlo con sus hijas, que ahora tienen 19 y 21 años y lo "respetan aunque no lo comparten", les ha liberado y facilita, por ejemplo, que queden todos juntos con otras parejas con las que el sexo inicial se ha traducido después en amistad. En esos domingos de paella de varias familias juntas con sus respectivos niños, "todo está tranquilo", afirman.
Y aunque algunos amigos también lo saben, contarlo a la familia ya es otro cantar. "A mi madre quizá le diera igual, pero mis suegros no lo entenderían, porque tienen una mentalidad más a la antigua. Y tampoco las hermanas de mi marido, acostumbradas a la típica relación de pareja de siempre fieles y siempre juntos", admite Aurora. "Si se enterasen y nos preguntasen, lo confirmaríamos, pero ir diciéndolo de primeras, no, es algo de nuestra intimidad". Les molesta, especialmente, el chisme y que sea otro quien lo cuente, por las burlas y los comentarios de terceros: "La gente es muy mala".
Y sigue habiendo "muchísimos prejuicios", apunta Arola Poch. "Abrir la pareja se ve como una excusa para tener sexo a lo loco, es aquello de 'si os quisierais de verdad no haríais estas cosas'. Los comentarios que se reciben son tremendos". ¿En verdad merece la salir del armario ante respuestas de ese tipo?, le pregunto. "Lo primero que debemos hacer es valorar con quién queremos salir y para qué, porque tendrá consecuencias y en determinados ambientes familiares y laborales generará mucho rechazo. Es triste, pero también tenemos que protegernos", responde.
Acabar con el secretismo
El momento de dar el paso llega cuando mentir en otros entornos comienza a pesar: si estoy haciendo las cosas de manera honesta con mi pareja, ¿por qué tengo que ocultarlo al resto del mundo? "Acabar con ese secretismo es un buen motivo para salir del armario", asegura la sexóloga. Y una vez decidido, conviene "tantear un poquito el terreno para ver si es más o menos favorable. Podemos hacerlo apoyándonos en alguna noticia o con algún comentario a partir de una serie o película... Es mejor ir metiendo el pie poco a poco en el agua para ver cómo está la temperatura", aconseja Poch.
También es importante contar con una red de apoyo cuando se decide contarlo, por si las cosas se ponen complicadas debido a los prejuicios, y mejor que sea "gente que viva en relaciones no monógamas, que pueda entendernos sin juzgar, con la que desahogarnos si la conversación se tuerce", sostiene la sexóloga, que no obstante recomienda estar solo con la persona a quien se vaya a comunicar, "pero con el teléfono cerca por si después se necesita un poquito de cercanía".
Lo hará más fácil también tener a mano una lista de recursos. "La situación de salir del armario lo que provoca son dudas, '¿y esto cómo funciona?'. Responder es más sencillo si podemos decir: 'léete este libro o artículo, escucha este podcast...' Se trata de normalizar la situación, de hacer ver que es algo que existe y que hay gente que puede vivir así perfectamente, que no eres la persona rarita o la oveja negra de la familia".
¿Y si aún así no se entiende? "Lo primero es tener paciencia, dar espacio a los otros para que puedan preguntar y conocer. Pero siempre desde el respeto, porque si nos sentimos atacados debemos ser asertivos y marcar los límites", responde la experta.
Afrontar las críticas
Con todo, hay que estar preparado para afrontar las críticas y justificarse, más bien, para "dar explicaciones sobre tu manera de relacionarte y responder al cómo puedes querer a dos personas a la vez o, con todas las comillas del mundo, compartir a tu pareja", dice Poch. Para eso, nada mejor que el "a mí me funciona, a nosotros, nos funciona. Y ya está. Se trata de respetar que hay más opciones y que todas, hechas de manera sana y consensuada, son perfectamente válidas".
De eso va, en definitiva, dar el paso de salir del armario, de normalizar. "Contarlo sirve para hacer que no pienses de ti mismo que estás en un mundo sórdido que debe quedar en secreto, como si estuvieras haciendo algo malo", sostiene Arola Poch.
No es el caso de Felipe y Aurora; el intercambio de parejas está dentro de los acuerdos de su sólida relación, y no lo esconden. ¿Creéis que esta práctica la ha enriquecido?, les pregunto. "Sí, es un aliciente más", concluyen convencidos.
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