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Plazo de enmienda

Trump en acción: "Piensa a lo grande y patea culos en los negocios y en la vida"

Trump lanzó una enmienda a la totalidad de la política democrática, multilateral y de progreso defendida por EEUU desde la Segunda Guerra Mundial

Trump en acción: "Piensa a lo grande y patea culos en los negocios y en la vida"
AFP
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A las 10 de la noche, hora española, del miércoles, Donald Trump se plantaba ufano en la Rosaleda de la Casa Blanca, dispuesto a montar el show. Ni El Hormiguero ni La Revuelta ni el Barça-Atlético podían competir con eso. El mundo acudió fascinado a la actuación surrealista de un señor de pelo naranja y rostro más naranja aún, con gesto torcido y apoyado en un atril como el que se acoda en la barra de la taberna, disparando a diestro y siniestro contra medio planeta. Así, a la buena de Dios. Sólo perdonó a los que no tienen nada porque, a esos, nada se les puede rapiñar; si acaso el hambre, pero tampoco era cuestión de ser tan bondadoso.

Enredado en su paradigmática mezcolanza de zafiedad emocional y populismo de la más baja estofa, dirigida a paupérrimos mentales, Trump lanzó una enmienda a la totalidad de la política democrática, multilateral y de progreso defendida por EEUU desde la Segunda Guerra Mundial. La misma que les ha hecho grandes.

Todo hecho añicos mientras jugaba a las quinielas -uno, equis, dos- con ese cartelón que blandió entre aplausos repartiendo aranceles trufados con comentarios jocosos, como si anunciara los puntos en el Festival de Eurovisión.

En Londres, en Berlín, en París, en Madrid, en Tokio o en Pekín, no se salía del asombro. Hasta en Uzbekistán, donde una acongojada Ursula Von der Leyen, no daba crédito a lo que veía y oía. En Bruselas se olían la tostada desde hace semanas y se habían empezado a preparar para lo malo. Pero quizá no para lo peor que malo.

La sensación general es que no salimos de una y ya nos llega la otra. Como con el tren de borrascas. Empapados hasta la coronilla, tratamos de consolarnos con eso de que estamos unidos. Y es verdad que la unidad es buena cosa, pero ha de ser para actuar. Lo contrario es caer en el mal de muchos, consuelo de tontos.

Trump presume de ser un hombre de business. Su filosofía queda recogida en el libro que escribió en 2007: Piensa a lo grande y patea culos en los negocios y en la vida. Qué decir de su derroche de elegancia literaria y de la brillantez de su pensamiento. Y esto es sólo el título.

Ahora está decidido a poner en práctica sus lecciones arremetiendo a coz limpia contra tirios y troyanos. Cercenar a golpe de motosierra los vínculos de EEUU con el resto del mundo no parece una idea muy inteligente en la era de la globalización. Penalizar a sus ciudadanos con subidas desmesuradas de precios en prácticamente todo lo que consumen, menos todavía; someter a las grandes empresas norteamericanas a las turbulencias de un mercado de valores y divisas que ya se anticipan frenéticas y, a las medianas y pequeñas al encarecimiento de todo lo que importan, puede ser un poema. Y de crear de un plumazo un ejército enemigo de naciones agraviadas, ni les cuento.

A Donald Trump, lo de contar millones, con alguna bancarrota de por medio, parece no haberle enseñado que uno es menos que 50. La guerra comercial nos va a hacer daño. No hay duda. Pero somos muchos para arrimar el hombro. Muchos para resistir. Muchos para plantar cara. Y la mula acabará estrellándose contra el muro.